Las Palabras de Jeremias 32
Jeremías es encarcelado por el Rey Sedequías por profetizar que Dios entregara la gran ciudad de Jerusalen en manos del rey de Babilonia y que Sedequias sera llevado cautivo.
El profeta compra tierras de su parentela a las que por ley
tiene derecho para simbolizar el retorno de Israel a su tierra y sus titulos quedan sellados y registrados hasta los postreros dias tanto en la Biblia como en El libro de Mormon.
Tierra de Jerusalen
Desde
Dan a Bershevah
Jehovah reitera el convenio que hara con su pueblo, que recogerá a Israel en los postreros dias y hará con él un convenio sempiterno.
La Ley y el Testimonio esta sellada con Sangre
Y que los remanentes de los judios y de Israel volveran a comprar y a poseer las tierras de su herencia y que hara devolver a los cautivos del negev.
1 La palabra que vino a Jeremías de parte del Señor en el año décimo de Sedequías, rey de Judá, que era el año dieciocho de Nabucodonosor:
2 Porque entonces el ejército del rey de Babilonia tenía sitiada a Jerusalén, y el profeta Jeremías estaba encerrado la cárcel que estaba en el patio de la casa del rey de Judá.
3 Porque Sedequías, rey de Judá, lo había encerrado, diciendo: ¿Por qué profetizas, y dices: Así dice el Señor: He aquí que yo entrego esta ciudad en mano del rey de Babilonia, y la tomará;
4 Y Sedequías, rey de Judá, no escapará de la mano de los caldeos, sino que de cierto será entregado en mano del rey de Babilonia, y cara a cara hablará con él, y sus ojos verán sus ojos;
5 Y él llevará a Sedequías a Babilonia, y allí estará hasta que yo lo visite, dice el Señor. Aunque pelees contra los caldeos, no prevalecerás.
6 Y dijo Jeremías: Vino a mí palabra del Señor, diciendo:
7 He aquí que Hanameel hijo de Salum tu tío vendrá a ti, diciendo: Cómprame mi campo que está en Anatot; porque tú tienes el derecho de redención para comprarlo.
8 Entonces vino a mí Hanameel, hijo de mi tío, al patio de la cárcel conforme a la palabra de Jehová, y me dijo: Compra ahora mi heredad que está en Anatot, en la tierra de Benjamín; porque tuyo es el derecho de la herencia, y tuyo es el rescate; cómprala para ti. Entonces conocí que ésta era palabra de Jehová.
9 Y compré el campo de Hanameel, hijo de mi tío, que estaba en Anatot, y le pesé el dinero: diecisiete siclos de plata.
10 Y firmé el documento, y lo sellé, y tomé testigos, y pesé el dinero en la balanza.
11 Entonces tomé la prueba de la compra, tanto la que estaba sellada conforme a la ley y la costumbre, como la que estaba abierta,
12 Y di las pruebas de la compra a Baruc hijo de Nerías, hijo de Maasías, en presencia de Hanameel hijo de mi tío, y en presencia de los testigos que suscribieron el libro de la compra, y delante de todos los judíos que estaban sentados en el patio de la cárcel.
13 Y responsabilice a Baruc delante de ellos, diciendo:
14 Así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Toma estas evidencias, esta evidencia de la compra, tanto la que está sellada como esta evidencia que está abierta, y ponlas en una vasija de barro, para que duren muchos días.
15 Porque así dice el Señor de los ejércitos, el Dios de Israel: Casas, campos y viñas volverán a ser poseídas en esta tierra.
16 Después de entregarle las pruebas de la compra a Baruc, hijo de Nerías, oré al Señor y le dije:
17 ¡Ah, Señor Dios! He aquí que tú hiciste el cielo y la tierra con tu gran poder y con tu brazo extendido, y no hay nada que sea difícil para ti;
18 Muestras misericordia a millares, y pagas la iniquidad de los padres en el seno de sus hijos después de ellos; el Dios grande, fuerte, El Señor de los ejércitos es su nombre.
19 Grande en consejo, y poderoso en hechos; porque tus ojos están abiertos sobre todos los caminos de los hijos de los hombres, para dar a cada uno según su camino, y según el fruto de sus obras;
20 Tú estableciste señales y prodigios en la tierra de Egipto hasta hoy, y en Israel, y entre los hombres, y te hiciste nombre como en este día;
21 Y sacaste a tu pueblo Israel de la tierra de Egipto con señales y prodigios, con mano fuerte y brazo extendido, y con terror grande;
22 Y les has dado esta tierra, que juraste a sus padres que les darías, tierra que fluye leche y miel.
23 Y ellos entraron y la tomaron, pero no obedecieron tu voz, ni anduvieron en tu ley; nada hicieron de todo lo que les mandaste que hicieran; por eso hiciste que viniera sobre ellos todo este mal.
24 He aquí los montículos y terraplenes; vienen a la ciudad para tomarla; y la ciudad ha sido entregada en mano de los caldeos que pelean contra ella, a causa de la espada, del hambre y de la pestilencia; y se ha cumplido lo que has dicho, y he aquí, tú lo ves.
25 Y tú me has dicho: Oh Señor Dios: Cómprate la tierra por dinero, y pon testigos; porque la ciudad ha sido entregada en mano de los caldeos.
26 Entonces vino la palabra del Señor a Jeremías, diciendo:
27 He aquí, yo soy el Señor, el Dios de toda carne. ¿Hay algo que sea difícil para mí?
28 Por tanto, así dice el Señor: He aquí que yo entrego esta ciudad en mano de los caldeos, y en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y él la tomará;
29 Y vendrán los caldeos que pelean contra esta ciudad y le pondrán fuego, y la quemarán, junto con las casas sobre cuyos tejados ofrecieron incienso a Baal y derramaron libaciones a dioses ajenos, para provocarme a ira.
30 Porque los hijos de Israel y los hijos de Judá desde su juventud sólo han hecho lo malo ante mis ojos; pues los hijos de Israel sólo han conseguido provocarme a ira con la obra de sus manos, dice Jehová.
31 Porque esta ciudad me ha sido motivo de ira y de furor desde el día que la edificaron hasta hoy, para que yo la quite de delante de mí,
32 A causa de toda la maldad de los hijos de Israel y de los hijos de Judá que han hecho para provocarme a ira, ellos, sus reyes, sus príncipes, sus sacerdotes y sus profetas, y los hombres de Judá y los moradores de Jerusalén.
33 Y me volvieron la espalda, y no el rostro; aunque yo les enseñaba desde temprano y les enseñaba, no escucharon para recibir instrucción.
34 Pero pusieron sus abominaciones en la casa sobre la cual es invocado mi nombre, contaminándola.
35 Y edificaron los lugares altos de Baal, los cuales están en el valle del hijo de Hinom, para hacer pasar por el fuego sus hijos y sus hijas a Moloc, lo cual yo no les mandé, ni me vino al pensamiento que hiciesen esta abominación, para hacer pecar a Judá.
36 Ahora pues, así dice el Señor, el Dios de Israel, acerca de esta ciudad, de la cual decís: Será entregada en mano del rey de Babilonia a espada, a hambre y a pestilencia;
37 He aquí que yo los reuniré de todas las tierras a las cuales los he arrojado con mi furor, con mi ira y con gran enojo; y los haré volver a este lugar, y los haré habitar seguros.
38 Y ellos serán mi pueblo, y yo seré su Dios;
39 Y les daré un solo corazón y un solo camino, para que me teman perpetuamente, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos;
40 Y haré con ellos un convenio sempiterno, que no me volveré atrás de hacerles bien, y pondré mi temor en sus corazones, para que no se aparten de mí.
41 Sí, me gozaré por ellos haciéndoles bien, y los plantaré en esta tierra con seguridad, con todo mi corazón y con toda mi alma.
42 Porque así dice el Señor: Como traje sobre este pueblo todo este gran mal, así traeré sobre ellos todo el bien que les he prometido.
43 Y se comprarán tierras en esta tierra, de la cual decís: Está desierta, sin hombres ni animales; ha sido entregada en mano de los caldeos.
44 Comprarán campos por dinero, y firmarán testimonios, y los sellarán, y tomarán testigos en la tierra de Benjamín, y en los alrededores de Jerusalén, y en las ciudades de Judá, y en las ciudades de las montañas, y en las ciudades del valle, y en las ciudades del Neguev; porque yo haré volver sus cautivos, dice El Señor.
La Tierra de Mulek, el hijo de Zedequias
Ahora bien, la tierra del sur se llamaba Lehi, y la del norte se llamaba Mulek, por el hijo de Sedequías; porque el Señor condujo a Mulek a la tierra del norte, y a Lehi a la tierra del sur.
Libro de MormónEscrituras
La Tierra de Lehi, Hijo de Jose
6 Por tanto, yo, Lehi, profetizo según el Espíritu que obra en mí, que nadie vendrá a esta tierra a menos que sea traído por la mano del Señor.
7 Por tanto, esta tierra está consagrada a quienes él traiga. Y en caso de que le sirvan según los mandamientos que él ha dado, será para ellos una tierra de libertad; por lo que nunca serán reducidos al cautiverio; si tal sucediere, será por causa de la iniquidad; porque si abunda la iniquidad, maldita será la tierra por causa de ellos; pero para los justos será bendita para siempre.
8 Y he aquí, es prudente que esta tierra no llegue todavía al conocimiento de otras naciones; pues he aquí, muchas naciones sobrellenarían la tierra, de modo que no habría lugar para una herencia.
9 Por tanto, yo, Lehi, he obtenido la promesa de que, si aquellos que el Señor Dios trae de la tierra de Jerusalén obedecen sus mandamientos, prosperarán sobre la superficie de esta tierra y serán preservados de todas las demás naciones, a fin de que posean esta tierra para sí mismos. Y en caso de que guarden sus mandamientos, serán bendecidos sobre la superficie de la tierra; y no habrá quien los moleste ni les quite la tierra de su herencia; y habitarán seguros para siempre.
10 Pero he aquí, cuando llegue el día en que degeneren en la incredulidad, después de haber recibido tan grandes bendiciones de la mano del Señor —teniendo el conocimiento de la creación de la tierra y de todos los hombres, conociendo las grandes y maravillosas obras del Señor desde la creación del mundo, habiéndoseles dado el poder para hacer todas las cosas por la fe; teniendo todos los mandamientos desde el principio, y habiendo sido conducidos por su infinita bondad a esta preciosa tierra de promisión— he aquí, digo que si llega el día en que rechacen al Santo de Israel, el verdadero Mesías, su Redentor y su Dios, he aquí, los juicios del que es justo descenderán sobre ellos.
11 Sí, él traerá sobre ellos a otras naciones, a las que dará poder, y les quitará la tierra de sus posesiones, y hará que sean dispersados y afligidos.
12 Sí, al pasar de una generación a otra habrá efusión de sangre y grandes calamidades entre ellos; por lo tanto, hijos míos, quisiera que recordaseis, sí, quisiera que escuchaseis mis palabras.
13 ¡Oh que despertaseis; que despertaseis de ese profundo sueño, sí, del sueño del infierno, y os sacudieseis de las espantosas cadenas que os tienen atados, cadenas que sujetan a los hijos de los hombres a tal grado que son llevados cautivos al eterno abismo de miseria y angustia!
14 ¡Despertad y levantaos del polvo! ¡Escuchad las palabras de un padre tembloroso, cuyo cuerpo pronto tendréis que entregar a la fría y silenciosa tumba, de donde ningún viajero puede volver; unos días más, y seguiré el camino de toda la tierra!
15 Pero he aquí, el Señor ha redimido a mi alma del infierno; he visto su gloria, y estoy para siempre envuelto entre los brazos de su amor.
16 Y mi deseo es que os acordéis de observar los estatutos y los juicios del Señor; he aquí, esta ha sido la ansiedad de mi alma desde el principio.
17 Mi corazón ha estado agobiado de pesar de cuando en cuando, pues he temido que por la dureza de vuestros corazones, el Señor vuestro Dios viniese en la plenitud de su ira sobre vosotros, y fueseis talados y destruidos para siempre;
18 o que una maldición os sobreviniera por el espacio de muchas generaciones; y fueseis castigados por la espada y por el hambre, y fueseis aborrecidos, y llevados según la voluntad y cautividad del diablo.
19 ¡Oh hijos míos, que no os sucedan estas cosas, sino que seáis un pueblo escogido y favorecido del Señor! Mas he aquí, hágase su voluntad, porque sus vías son para siempre justas.
20 Y él ha dicho: Si guardáis mis mandamientos, prosperaréis en la tierra; pero si no guardáis mis mandamientos, seréis desechados de mi presencia.
21 Y ahora bien, para que mi alma se regocije en vosotros, y mi corazón salga de este mundo con gozo por causa vuestra, a fin de que no sea yo llevado con pena y dolor a la tumba, levantaos del polvo, hijos míos, y sed hombres, y estad resueltos en una sola voluntad y con un solo corazón, unidos en todas las cosas, para que no descendáis al cautiverio;
22 para que no seáis maldecidos con una grave maldición; ni que tampoco traigáis el desagrado de un Dios justo sobre vosotros para la destrucción, sí, la eterna destrucción del cuerpo y del alma.
23 Despertad, hijos míos; ceñíos con la armadura de la rectitud. Sacudíos de las cadenas con las cuales estáis sujetos, y salid de la obscuridad, y levantaos del polvo.
24 No os rebeléis más en contra de vuestro hermano, cuyas manifestaciones han sido gloriosas, y quien ha guardado los mandamientos desde la época en que salimos de Jerusalén; y el cual ha sido un instrumento en las manos de Dios para traernos a la tierra de promisión; porque si no hubiese sido por él, habríamos perecido de hambre en el desierto; no obstante, habéis intentado quitarle la vida; sí, y él ha padecido mucha angustia a causa de vosotros.
25 Y yo temo y tiemblo en extremo que por causa de vosotros él padezca de nuevo; porque he aquí, lo habéis acusado de que pretendió poder y autoridad sobre vosotros; mas yo sé que él no ha procurado poder ni autoridad sobre vosotros; sino que ha procurado la gloria de Dios y vuestro propio bienestar eterno.
26 Y habéis murmurado porque él ha sido claro con vosotros. Decís que ha recurrido a la aspereza; decís que se ha enojado con vosotros; mas he aquí, que su severidad fue el rigor del poder de la palabra de Dios que estaba en él; y lo que vosotros llamáis ira fue la verdad, según la que se halla en Dios, la cual él no pudo reprimir, expresándose intrépidamente concerniente a vuestras iniquidades.
27 Y es menester que el poder de Dios esté con él, aun hasta mandaros que obedezcáis. Mas he aquí, no fue él, sino el Espíritu del Señor que en él estaba, el cual le abrió la boca para que hablara, de modo que no la podía cerrar.
28 Y ahora bien, hijo mío, Lamán, y también Lemuel y Sam, y también vosotros, hijos míos, que sois hijos de Ismael, he aquí, si escucháis la voz de Nefi, no pereceréis. Y si lo escucháis, os dejo una bendición, sí, mi primera bendición.
29 Pero si no queréis escucharlo, retiro mi primera bendición, sí, mi bendición, y quedará sobre él.
30 Y ahora te hablo a ti, Zoram: He aquí, tú eres el siervo de Labán; no obstante, has sido traído de la tierra de Jerusalén, y sé que tú eres un amigo fiel de mi hijo Nefi para siempre.
31 Por lo tanto, porque has sido fiel, tu posteridad será bendecida con su posteridad, para que vivan prósperamente por largo tiempo sobre la faz de esta tierra; y nada, a menos que sea la iniquidad entre ellos, dañará ni perturbará su prosperidad sobre la superficie de esta tierra para siempre.
32 Así pues, si guardáis los mandamientos del Señor, él ha consagrado esta tierra para la seguridad de tu posteridad con la de mi hijo.
Libro de MormónEscrituras
14 Y el Padre me ha mandado que os dé esta tierra por herencia.
15 Y os digo que si los gentiles no se arrepienten después de la bendición que reciban, después que hayan dispersado a mi pueblo,
16 entonces vosotros, que sois un resto de la casa de Jacob, iréis entre ellos; y estaréis en medio de aquellos que serán muchos; y seréis entre ellos como un león entre los animales del bosque, y como cachorro de león entre las manadas de ovejas, el cual, si pasa por en medio, huella y despedaza, y nadie las puede librar.
17 Tu mano se levantará sobre tus adversarios, y todos tus enemigos serán talados.
18 Y yo recogeré a mi pueblo como el hombre que junta sus gavillas en la era.
19 Porque haré a mi pueblo, con el cual el Padre ha hecho convenio, sí, tu cuerno yo haré de hierro, y tus uñas de bronce. Y desmenuzarás a muchos pueblos; y consagraré al Señor sus riquezas, y sus bienes al Señor de toda la tierra. Y he aquí, yo soy quien lo hago.
20 Y sucederá, dice el Padre, que en aquel día la espada de mi justicia se cernerá sobre ellos; y a menos que se arrepientan caerá sobre ellos, dice el Padre, sí, sobre todas las naciones de los gentiles.
21 Y acontecerá que estableceré a mi pueblo, oh casa de Israel.
22 Y he aquí, estableceré a este pueblo en esta tierra, para el cumplimiento del convenio que hice con Jacob, vuestro padre; y será una Nueva Jerusalén. Y los poderes del cielo estarán entre este pueblo; sí, yo mismo estaré en medio de vosotros.
23 He aquí, yo soy aquel de quien Moisés habló, diciendo: El Señor vuestro Dios os levantará a un profeta, de vuestros hermanos, semejante a mí; a él oiréis en todas las cosas que os dijere. Y sucederá que toda alma que no escuchare a ese profeta será desarraigada de entre el pueblo.
24 En verdad os digo, sí, y todos los profetas desde Samuel y los que le siguen, cuantos han hablado, han testificado de mí.
25 Y he aquí, vosotros sois los hijos de los profetas; y sois de la casa de Israel; y sois del convenio que el Padre concertó con vuestros padres, diciendo a Abraham: Y en tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra.
26 Porque el Padre me ha levantado para venir a vosotros primero, y me envió a bendeciros, apartando a cada uno de vosotros de vuestras iniquidades; y esto, porque sois los hijos del convenio.
27 Y después que hayáis sido bendecidos, entonces cumplirá el Padre el convenio que hizo con Abraham, diciendo: En tu posteridad serán benditas todas las familias de la tierra, hasta el derramamiento del Espíritu Santo sobre los gentiles por medio de mí, y esta bendición a los gentiles los hará más fuertes que todos, por lo que dispersarán a mi pueblo, oh casa de Israel.
28 Y serán un azote al pueblo de esta tierra. No obstante, si cuando hayan recibido la plenitud de mi evangelio endurecen sus corazones en contra de mí, haré volver sus iniquidades sobre sus propias cabezas, dice el Padre.
29 Y me acordaré del convenio que he hecho con mi pueblo; y he hecho convenio con ellos de que los recogería en mi propio y debido tiempo, y que otra vez les daría por herencia la tierra de sus padres, que es la tierra de Jerusalén, que para ellos es la tierra prometida para siempre, dice el Padre.
30 Y sucederá que llegará el día en que les será predicada la plenitud de mi evangelio;
31 y creerán en mí, que soy Jesucristo, el Hijo de Dios; y orarán al Padre en mi nombre.
32 Entonces levantarán la voz sus centinelas, y cantarán unánimes; porque verán ojo a ojo.
33 Entonces los juntará de nuevo el Padre, y les dará Jerusalén por tierra de su herencia.
34 Entonces prorrumpirán en gozo: ¡Cantad juntamente, lugares desolados de Jerusalén; porque el Padre ha consolado a su pueblo, ha redimido a Jerusalén!
35 El Padre ha desnudado su santo brazo a la vista de todas las naciones; y todos los extremos de la tierra verán la salvación del Padre; y el Padre y yo somos uno.
36 Entonces se realizará lo que está escrito: ¡Despierta, despierta otra vez, y vístete de tu fortaleza, oh Sion; vístete tus ropas de hermosura, oh Jerusalén, ciudad santa; porque nunca más vendrá a ti incircunciso ni inmundo!
37 ¡Sacúdete del polvo; levántate, toma asiento, oh Jerusalén; suéltate las ataduras de tu cuello, oh cautiva hija de Sion!
38 Porque así dice el Señor: Os habéis vendido por nada, y sin dinero seréis redimidos.
39 En verdad, en verdad os digo que los de mi pueblo conocerán mi nombre, sí, en aquel día sabrán que yo soy el que hablo.
40 Y entonces dirán: ¡Cuán hermosos sobre las montañas son los pies del que les trae buenas nuevas; que publica la paz; que les trae gratas nuevas del bien; que publica salvación; que dice a Sion: Tu Dios reina!
41 Y entonces se oirá el pregón: ¡Apartaos, apartaos, salid de ahí, no toquéis lo que es inmundo; salid de en medio de ella; sed limpios los que lleváis los vasos del Señor!
42 Porque no saldréis con prisa ni iréis huyendo; porque el Señor irá delante de vosotros, y el Dios de Israel será vuestra retaguardia.
43 He aquí, mi siervo obrará prudentemente; será exaltado y alabado y puesto muy en alto.
44 Así como muchos se admiraron de ti —tan desfigurado era su aspecto, más que cualquier hombre, y su forma más que la de los hijos de los hombres—
45 así rociará él a muchas naciones; ante él los reyes cerrarán la boca; porque verán lo que no les había sido contado, y considerarán lo que no habían oído.
46 En verdad, en verdad os digo que todas estas cosas ciertamente se verificarán, tal como el Padre me lo ha mandado. Entonces se cumplirá este convenio que el Padre ha hecho con su pueblo; y entonces Jerusalén volverá a ser habitada por mi pueblo, y será la tierra de su herencia.
Libro de MormónEscrituras
No comments:
Post a Comment